30 de agosto de 2008

Ciencia a la carta

La difusión del conocimiento casi siempre se focaliza en que los investigadores comuniquen sus resultados a la sociedad. Es raro que el sentido de la comunicación se invierta, que la sociedad sea la que le comunique al investigador su demanda científica.
Una iniciativa que se centra en esto último son los science shop, o bazares/tiendas de ciencia. No son negocios (shops) en el sentido tradicional ya que no se comercializa nada, menos ciencia. Se trata de instituciones que realizan trabajos científicos en un amplio abanico de disciplinas, según lo que le demandan los ciudadanos, generalmente agrupados en ONG, asociaciones civiles, municipios, pequeñas empresas. Ciencia a la carta. Estas organizaciones no pueden invertir dinero para realizar estos trabajos como lo pueden hacer una empresa farmacéutica o una que produce fertilizantes.
Surgieron al calor del Mayo francés, en la década de 70, en Europa. El primero de ellos nació en la Universidad de Utrecht (Holanda). Químicos desarrollaron desinfectantes para colaborar con los soldados vietnamitas en la guerra contra EE.UU. Había un objetivo ideológico detrás. Ahora los science shop se han vuelto más prácticos y responden a demandas científicas más “de barrio”: problemas ambientales jurídicos, sanitarios, sociales, etc.
Generalmente los science shop están vinculados a una universidad. Pero afrontar un problema local tan puntual casi nunca se convierte en un conocimiento que pueda publicarse en una revista científica. Entonces, es muy difícil que investigadores “consagrados” realicen estas tareas pues no contribuyen en nada a mejorar su nivel y prestigio académicos. Consecuencia: son los estudiantes lo que llevan a cabo los trabajos como parte de su curriculum (en Europa suman créditos para egresar).
Versión cordobesa. El Ministerio de Ciencia y Tecnología de Córdoba quiere implementar un programa similar en la provincia. Se trata de PROTRI, Programa de Promoción de la Transferencia de Resultados de la Investigación. El PROTRI dará subsidios a grupos de investigación para que comuniquen sus resultados y este conocimiento pueda ser apropiado por el que lo necesita, ya sean colegas científicos, un sector social específico o toda la sociedad.
Para ello se subsidiarán con 10 mil pesos a 30 grupos científicos.
Pero la idea es que a futuro también funcione como un science shop original, ya que proveerá “ciencia a la carta”. Para ello, científicos y sociedad civil se encontrarán en un espacio virtual: una incubadora de ofertas y demandas científico-tecnológica-sociales. Allí, la sociedad civil podrá dar cuenta de sus necesidades científicas para que el investigador tome nota y decida buscar una solución. De la misma manera el científico exhibirá su trabajo en este bazar virtual para que el que quiera lo puede utilizar.
Algunas lecturas recomendadas. Este artículo (inglés) de la revista Nature de 2001 cuenta como los science shop están resurgiendo en este nuevo siglo. Este artículo (español) de la Comunidad Europea cuenta la historia y algunos ejemplos. Aquí una historia más pormenorizada y más ejemplos. Este es el sitio de una red de tiendas de ciencia.

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